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Este fin de semana, David fue a jugar con su compañero, Jona, descubrió que su perro grande se dobló perezosamente sobre la alfombra del balcón para tomar el sol sin ningún miedo a los desconocidos, tomó la mano como cepillo para alisar su cabello dorado y le dijo a Jona envidiosamente: "El perrito tuyo es tan obediente que me da ganas de criar uno como este." Jona cogió el peine y comenzó a cepillarle el cabello y dijo: "Cuando nazca el perro, también puedo regalarte un cachorro para alimentar." David dijo con pena: "En mi casa no permite criar un perro, mi mamá es alérgica al cabello animal, no puede evitar estornudar con cualquier cosa de peluche." Cuando Jona acarició la cabeza del perro, se dio cuenta de la expresión frustrada de David y lo consoló: "No pasa nada, si lo echas de menos, puedes venir a mi casa a verlo en cualquier momento, por cierto, se llama Juan." David lo saludó decentemente, y dijo levantando la pata delantera: "Hola, Juan, me llamo David, y más tarde llegaré a ser tu amo irregular." Parecía que el perro levantó las garras para agitar la mano, como si dijera que estaba enterado de esto y luego hizo la postura perezosa anterior de nuevo y les hizo a los dos morirse de risa. David sacó del bolsillo un trozo de chocolate comprado por mamá al mediodía, quitó el papel de envolver y lo echaría a la boca del perro. Jona agarró su mano rápidamente, David dijo desconcertado: "El chocolate se sirve para un regalo de bienvenida." Jona sentó al perrito a un lado y dijo: "Los perros no se permiten comer chocolates." David se sintió muy curioso y preguntó: "¿Por qué?" Jona contestó: "Lo alimenté con un chocolate por equivocación en la Navidad pasada, cuando terminó de comerlo, comenzó a vomitar, lo que asustó a mi madre tanto que lo llevó urgentemente al hospital. Afortunadamente, llegaban al hospital a tiempo, y el veterinario dijo que los perros no podían comer el chocolate, el cual le resulta veneno.
Sin pensar en esto antes, todavía no alcanzó el sentido de por qué la gente no pasa nada, pero los perros no se permiten comer el chocolate. Más tarde, David le alimentó la comida para perros. Ellos dos compañeros se entretenían con un perro y pasaron una tarde divertida.
Al regresar a casa por la noche y no se contuvo a contar a mamá sin esperar su pregunta: "El perro de Jona es tan simpático y capaz de entender las palabras del hombre, sabe bailar y dar vueltas." Ni siquiera le daba a la madre tiempo de hablar, David siguió preguntándole: "Oye, mamá, ¿por qué los perros no pueden comer el chocolate?"
Mamá puso los cubiertos en su sitio mientras dijo: "Hay mucha teobromina y cafeína en el chocolate, las cuales se integrarán con ciertos receptores de la superficie celular para evitar que las sustancias naturales por dentro del animal se unan a estos receptores, lo que es parecido a la situación de que siempre se ocupa este asiento, pero el amo ni siquiera tiene lugar para sentarse. No hay enzima que digiera la teobromina en el cuerpo del perro, la teobromina del chocolate comido no se descompone, y lleva tiempo estimularando el sistema nervioso y sistema vascular del perro, lo que causará la subida de la presión arterial, y el perro vomitará o incluso morirá."
David dijo asintiendo con la cabeza con brío: "Exacto, Jona le dio un chocolate a su perro el año pasado, y el pobrecito vomitó y tembló sin cesar. Afortunadamente, lo llevaron al hospital a tiempo."
La madre continuó diciendo: "Sin embargo, un poco chocolate no le pasa nada al perro. Cualquiera sea perjudicial para la salud, llegará a una dosis letal, si la alcanza, perjudicará al cuerpo. Un mayor peso del perro permite más chocolate, pero es mejor no alimentárselo por si acaso."
Echó una ojeada a la madre, y de repente David dijo con un tono muy sincero: "Gracias a que nunca criamos un perro, de otro modo, no sé cuándo se habrá envenenado. Mamá, no me pasa nada comer el chocolate sea cuánto sea, ¿si el chocolate que compraste al mediodía queda?"
La madre acarició la cabeza del hijo divertida y dijo: "No se necesita un perro, tú eres el más grande en nuestra casa."
Al escucharlo, ladraba como un perro repetidas veces ferozmente a su madre de propósito.
Autora: Huang Jing